Apuntes para unas estampas madrileñas (VII)
Archivado en: Apuntes para unas estampas madrileñas
Una extraña nostalgia
Sé de alguien, muy cercano a mí, que dice ser un resto del Madrid del siglo XX, "amado siglo XX", puntualiza, frente al "nefasto siglo XXI", y continúa:
"Desde esta perspectiva, me conmueve que el cartel de Tío Pepe no haya de volver a su antiguo emplazamiento, en el tejado del número uno de la Puerta del Sol. Como me entristeció en su momento el desmantelamiento de los Scalextric de Atocha y Cuatro Caminos, auténticos símbolos de la modernidad de mi infancia".
Cinefilia aparte, la conversión de algunos cines de la Gran Vía en tiendas de ropa -negocios para los que no fueron concebidos dichos edificios- pone de manifiesto que el amado Madrid es una de las ciudades europeas donde se arremete contra el patrimonio urbanístico con mayor impunidad y casi siempre -como ha sido el caso- con el beneplácito del ayuntamiento. Aun así, no parece una técnica de mercado muy acertada abrir un negocio en la Puerta del Sol arramblando con todo un símbolo para los madrileños, primeros clientes potenciales del nuevo establecimiento.
Si ese tipo que me toca tan de cerca no se ha unido a las campañas a favor del popular anuncio ha sido porque lo unánime, como poco, siempre le desazona. "Antes muerto que gregario" me viene repitiendo desde que comprendió que nada colectivo es asunto suyo. La sola visión de las masas basta para inquietarle.
Así que él verifica ese Madrid del siglo XX, que se está desmoronando a pasos agigantados, en la clausura de una finca no muy lejana al antiguo hotel París que coronaba el "sol de Andalucía embotellado". Se trata del inmueble sito en la calle de la Paz número 11, donde estuvo el cine Albéniz, la primera, de las tres salas de proyección en Cinerama que hubo en España. Ni para él ni para mí cuenta el teatro que ocupó posteriormente la casa. Es tanta nuestra cinefilia que la escena se nos antoja un rudimento arcaico y tan lejano como las masas de nuestros afanes.
Aunque fue en el Albéniz donde ese par tan cercano vio decenas de cintas, de las que aún me habla a menudo, lo que le entristece, tanto o más que todo ese Madrid de nuestro amado siglo XX que se nos está cayendo a pedazos, es el tapiado del portal colindante. Y es que allí estuvo a punto de besar a una chica, una de las que más le inspiraron, hace más de treinta años. Todo quedó en un largo, cálido y dulce abrazo, el de la despedida. Después ella se fue, como esos deseos de los que nos habla Cavafis que pasaron sin cumplirse, sin que se les concediera la noche de placer y la subsiguiente mañana luminosa. Es más, él incluso llegó a olvidarla con mucho menos drama del que imaginaba cuando se separaron. Pero al volver hace unos días sobre aquel portal y verlo tapiado, dice que fue como asistir a la clausura de una ilusión perdida en un tiempo y un lugar que nunca han de volver. Ver cómo ha quedado en nada algo que nunca fue le ha mostrado una extraña nostalgia.
Publicado el 9 de julio de 2012 a las 08:30.